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lunes, 17 de octubre de 2016

El que nunca volvió


Era una noche como otra cualquiera, al menos para mí la normalidad incluía invitar a Aiden a cenar a casa. Era un poco egoísta por mi parte, pero me encantaba poder pasar un rato con él, aunque fuera breve. He de reconocer que él, mi novio, me mal acostumbró desde el primer día, pues siempre tenía alguna excusa por muy estúpida que fuera para venir a visitarme. No vivíamos cerca, a decir verdad mi casa estaba en Matogrande, y la suya pasando Cuatro Caminos. El tramo, a su ritmo, era de más de media hora. Reconozcámoslo, Aiden camina excesivamente lento, pero incluso para mí, que tengo un paso muy ágil, era un trayecto que se hacía más bien largo.