Los pelos de mis brazos estaban duros cual escamas, el cuerpo me temblaba como si de mi primera vez se tratara. Era irónico, dos años de relación y estaba más nervioso que cuando le pedí salir, es así...
Abrí la puerta del ascensor, di un paso adelante y me frené, me giré y me miré al espejo, no me gustaba como llevaba el pelo, pero no había tiempo. Me lo recoloqué con dos pasadas y bajé las escaleras. Enfrente la puerta, grande y tosca. Tras ella la calle. Estaba asustado. Salí y cambié la canción que sonaba en mi móvil, me ajusté dos veces el casco izquierdo. Todo me era incómodo, todo me pesaba. Emprendí mi marcha, decidí tomar el camino largo, tenía prisa de que esto se acabara, pero no quería que llegara. Estaba cerca de un supermercado, grande y moderno, salió un compañero y me saludó. Rápidamente lo esquivé, él quería parar a hablar, pero me excusé diciendo que Carla me estaba esperando. Realmente era cierto, había quedado con ella, mi novia, la diferencia de hoy a los días normales es que hoy salía con veinte minutos de adelanto, y no con cinco de retraso. Estaba inquieto, demasiado.
Me frené delante
de un kiosko y compré un chicle, sabor fresa. En mi vida me costó
tanto abrir algo tan simple, poder comerlo fue toda una hazaña. Miré
la hora, eran las 16;45, tenía quince minutos para hacer lo que
normalmente me dura cinco. Me detuve en un semáforo, estaba en rojo,
la gente cruzaba, no pasaba ningún coche, pero yo no quería seguir
caminando. Cuando se puso en verde volví a suspirar fuertemente, lo
suficiente como para que se me cayese el chicle de la boca, miré
hacia todos lados para ver que nadie había observado mi torpeza,
tuve suerte. Normalmente voy hacia el parque por arriba, unas
pequeñas calles por donde no pasa mucha gente, se me hace más corto, pero
hoy preferí ir por abajo, todo recto, pero con personas caminando y
estorbando. A medio camino me paré, me encantaba hacer esto,
frenarme en medio de la calle sin motivo alguno y observar las prisas
con las que van las demás personas, se me hacía gracioso. Así me
tengo tirados varios minutos muchas veces, pero hoy estaba muy
nervioso como para seguir haciéndolo. Retomé mi marcha y llegué a
la calle más cercana a la entrada al parque. Era una zona muy
grande, y habíamos quedado en el punto opuesto al que estaba yo. Me
empezaron a sudar las manos como nunca antes lo habían hecho. Cogí
mucho aire y lo solté, quería irme de allí, pero era irremediable.
Entonces paré la música, me quité los cascos y los guardé, las
canciones me ponían aun más nervioso. Bajé por una pequeña rampa
y llegué al punto de encuentro, ella obviamente no estaba, así que
me senté.
Empecé
a recordar todo lo que le tenía que decir a Carla, lo primero era
pedirle disculpas, claro está. Pero en parte, tampoco era para
tanto, las parejas discuten, es verdad que llevo un mes donde mis
celos han brillado por sí solos, pero tampoco he sido posesivo ni
nada por el estilo. Pero porque me iba a dejar sino? Llevamos dos
años, quizás se había cansado de mi, es normal, ella es perfecta y
yo un desastre, ya me ha soportado durante mucho tiempo. Sin embargo
nunca lo hemos dejado, han sido dos años sin interrupciones, por lo
tanto cortar ahora... no sería normal.
Volví
a mirar la hora, eran menos cinco, mi corazón volvió a acelerarse,
no me lo podía creer, estaba a cinco minutos de que se acabara todo.
Volví a pensar en lo que le podía haber molestado, realmente no
hice nada grave, pero las pequeñas cosas son las que al final rompen
las relaciones. Llevábamos un tiempo con alguna que otra discusión,
pero no era para dejarme.
Entonces
apareció ella, a lo lejos, miré la hora, las 16;59, en menos de un
minuto estaría aquí conmigo. ¿Por qué tenía que ser siempre tan
puntual?
Me
levanté y me volví a sentar, agaché la cabeza y miré hacia a mis
zapatos, alcé la vista, ya casi estaba aquí, apenas le quedaban
treinta metros. Me quedé en shock, repasé velozmente las posibles
excusas que debía decir, y los distintos tipos de perdón, pero
todos me sonaban a palabrería, tanto tiempo practicando por la
mañana para ahora quedarme en blanco.
Llegó,
me dijo un hola muy seco y frío. No me dio ni un triste beso, ahora
sí que lo tenía claro, esto se acababa. Se metió la mano en el
bolsillo y sacó tres pequeños papeles, no distinguía lo que ponía.
Cogió carrerilla y habló, lo soltó todo sin pararse a respirar.
-Aiden,
ya se que tú has quedado mañana, pero mi hermana ha
conseguido tres entradas para ir al zoo, y ya sabes que a ella le
encanta ver los animales, y más si la llevas encima de ti, por
favor acompáñame.
Puso
su cara de niña buena, me quedé en blanco, no podía creérmelo, me
quedé de piedra hasta el punto de que Carla me dijo que espabilase.
Entonces la besé, ella me miró con una cara aun más rara, me senté
y empecé a reírme, me toqueteé el pelo, la mire aguantando la
cabeza con la mano y le dije que si, que iría encantado, de nuevo
bajé la mirada a mis zapatos. Ella me preguntó si me pasaba algo,
que me veía raro, entonces le contesté que no, que simplemente
tenía sueño, pero realmente lo que pasaba por mi cabeza era la idea
haber llegado a pensar que la había perdido.
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