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martes, 31 de marzo de 2015

Querido Aiden...




Los pelos de mis brazos estaban duros cual escamas, el cuerpo me temblaba como si de mi primera vez se tratara. Era irónico, dos años de relación y estaba más nervioso que cuando le pedí salir, es así...
Abrí la puerta del ascensor, di un paso adelante y me frené, me giré y me miré al espejo, no me gustaba como llevaba el pelo, pero no había tiempo. Me lo recoloqué con dos pasadas y bajé las escaleras. Enfrente la puerta, grande y tosca. Tras ella la calle. Estaba asustado. Salí y cambié la canción que sonaba en mi móvil, me ajusté dos veces el casco izquierdo. Todo me era incómodo, todo me pesaba. Emprendí mi marcha, decidí tomar el camino largo, tenía prisa de que esto se acabara, pero no quería que llegara. Estaba cerca de un supermercado, grande y moderno, salió un compañero y me saludó. Rápidamente lo esquivé, él quería parar a hablar, pero me excusé diciendo que Carla me estaba esperando. Realmente era cierto, había quedado con ella, mi novia, la diferencia de hoy a los días normales es que hoy salía con veinte minutos de adelanto, y no con cinco de retraso. Estaba inquieto, demasiado.
Me frené delante de un kiosko y compré un chicle, sabor fresa. En mi vida me costó tanto abrir algo tan simple, poder comerlo fue toda una hazaña. Miré la hora, eran las 16;45, tenía quince minutos para hacer lo que normalmente me dura cinco. Me detuve en un semáforo, estaba en rojo, la gente cruzaba, no pasaba ningún coche, pero yo no quería seguir caminando. Cuando se puso en verde volví a suspirar fuertemente, lo suficiente como para que se me cayese el chicle de la boca, miré hacia todos lados para ver que nadie había observado mi torpeza, tuve suerte. Normalmente voy hacia el parque por arriba, unas pequeñas calles por donde no pasa mucha gente, se me hace más corto, pero hoy preferí ir por abajo, todo recto, pero con personas caminando y estorbando. A medio camino me paré, me encantaba hacer esto, frenarme en medio de la calle sin motivo alguno y observar las prisas con las que van las demás personas, se me hacía gracioso. Así me tengo tirados varios minutos muchas veces, pero hoy estaba muy nervioso como para seguir haciéndolo. Retomé mi marcha y llegué a la calle más cercana a la entrada al parque. Era una zona muy grande, y habíamos quedado en el punto opuesto al que estaba yo. Me empezaron a sudar las manos como nunca antes lo habían hecho. Cogí mucho aire y lo solté, quería irme de allí, pero era irremediable. Entonces paré la música, me quité los cascos y los guardé, las canciones me ponían aun más nervioso. Bajé por una pequeña rampa y llegué al punto de encuentro, ella obviamente no estaba, así que me senté.

Empecé a recordar todo lo que le tenía que decir a Carla, lo primero era pedirle disculpas, claro está. Pero en parte, tampoco era para tanto, las parejas discuten, es verdad que llevo un mes donde mis celos han brillado por sí solos, pero tampoco he sido posesivo ni nada por el estilo. Pero porque me iba a dejar sino? Llevamos dos años, quizás se había cansado de mi, es normal, ella es perfecta y yo un desastre, ya me ha soportado durante mucho tiempo. Sin embargo nunca lo hemos dejado, han sido dos años sin interrupciones, por lo tanto cortar ahora... no sería normal. 
 
Volví a mirar la hora, eran menos cinco, mi corazón volvió a acelerarse, no me lo podía creer, estaba a cinco minutos de que se acabara todo. Volví a pensar en lo que le podía haber molestado, realmente no hice nada grave, pero las pequeñas cosas son las que al final rompen las relaciones. Llevábamos un tiempo con alguna que otra discusión, pero no era para dejarme.
Entonces apareció ella, a lo lejos, miré la hora, las 16;59, en menos de un minuto estaría aquí conmigo. ¿Por qué tenía que ser siempre tan puntual?
Me levanté y me volví a sentar, agaché la cabeza y miré hacia a mis zapatos, alcé la vista, ya casi estaba aquí, apenas le quedaban treinta metros. Me quedé en shock, repasé velozmente las posibles excusas que debía decir, y los distintos tipos de perdón, pero todos me sonaban a palabrería, tanto tiempo practicando por la mañana para ahora quedarme en blanco.
Llegó, me dijo un hola muy seco y frío. No me dio ni un triste beso, ahora sí que lo tenía claro, esto se acababa. Se metió la mano en el bolsillo y sacó tres pequeños papeles, no distinguía lo que ponía. Cogió carrerilla y habló, lo soltó todo sin pararse a respirar.

-Aiden, ya se que tú has quedado mañana, pero mi hermana ha conseguido tres entradas para ir al zoo, y ya sabes que a ella le encanta ver  los animales, y más si la llevas encima de ti, por favor acompáñame.

Puso su cara de niña buena, me quedé en blanco, no podía creérmelo, me quedé de piedra hasta el punto de que Carla me dijo que espabilase. Entonces la besé, ella me miró con una cara aun más rara, me senté y empecé a reírme, me toqueteé el pelo, la mire aguantando la cabeza con la mano y le dije que si, que iría encantado, de nuevo bajé la mirada a mis zapatos. Ella me preguntó si me pasaba algo, que me veía raro, entonces le contesté que no, que simplemente tenía sueño, pero realmente lo que pasaba por mi cabeza era la idea haber llegado a pensar que la había perdido.

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